La ansiedad en pacientes con Alzheimer


La ansiedad en pacientes con Alzheimer

Además de provocar la pérdida del control de las emociones, de coordinar movimientos, de la memoria y empeorar la relación con el entorno que lo rodea, el Alzheimer también causa otros problemas. En este post nos centraremos en la ansiedad en personas que padecen EA (Enfermedad de Alzheimer). Es habitual que en las primeras etapas de la enfermedad, el paciente sienta miedo, apatía, aprensión, inquietud… La sensación de ansiedad puede suponer un aumento de la angustia, tanto para la persona afectada como para quienes la rodean. El sistema colinérgico, que es el encargado de las emociones y el estado de ánimo (donde incluimos la ansiedad), es muy importante en relación a todos los síntomas de nuestro comportamiento. El primer paso es reconocer este estado, pues puede ser bastante complicado detectarlo debido a los cambios repentinos que sufren en cuanto a déficits cognitivos, de comportamiento o alteraciones psicológicas. Normalmente asociamos la ansiedad con una aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, tensión, mucha preocupación, etc. pero la ansiedad en el Alzheimer puede mostrarse de manera diferente. El alejamiento social o participar cada vez menos en actividades que antes eran importantes para ellos (un síntoma muy típico también de la depresión que a veces puede aparecer de la mano), acciones repetitivas, seguir a familiares o cuidadores de un sitio a otro porque ya no comprende que se espera de él o ella (a este proceso se le llama «oscurecimiento»), deambulación, brotes de ira, escuchar a una persona con demencia gritando o llorando… Una vez hemos detectado estos síntomas, la Asociación de Alzheimer nos recomienda indagar en la causa, bien puede aparecer por aislamiento, por reacción al diagnóstico de la enfermedad, por la incertidumbre del futuro que le espera, por temor a quedarse solo, a salir de casa o hacer viajes, por cambios de rutinas o, incluso, por fobia a la ducha. A partir de aquí lo que debemos hacer es intentan reducir lo máximo posible su impacto, comenzando por la creación de distracciones para el paciente que lo tranquilicen, como permitir descanso entre las actividades más estresantes, asegurar una luz adecuada para disminuir la confusión cuando cae la noche, caminar, hacer ejercicios suaves, música, etc. También es importante que la información que les transmitamos sea clara y directa para que les resulte más sencillo orientarse, en lugar de enredarnos en discusiones o plantearles retos que solamente va a facilitar el aumento de la agitación. A día de hoy todavía no se han aprobado medicamentos contra la ansiedad. Existen algunos a corto plazo como el lorazepam, aunque este puede provocar un mayor deterioro de la memoria e inestabilidad física. Se puede recurrir también a los antidepresivos como la sertralina, el citalopram y el escitalopram. Algunos investigadores estadounidenses están comenzando a sugerir que la ansiedad puede ser un posible indicador del Alzheimer. La relación entre este estado y unos elevados niveles de beta amiloide podrían dar la voz de alarma del inicio de la fase preclínica de la enfermedad. Si se consiguiese realizar un diagnóstico temprano a raíz de esto, se podría tratar de ralentizar o incluso prevenir el proceso del Alzheimer.


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